Historia

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julio 19, 2023 Historia 0

DE LA VILLA DE SAN FRANCISCO A LUIS MOYA, ZACATECAS TRANSITANDO POR EL CAMINO REAL DE TIERRA ADENTRO.

 Profesor Fernando Escobedo Lozano

ferescloz@desanfranciscodelosadamealuismoya.org

El Cuicillo 

 Uno de los recuerdos más claros de mi infancia, es sin duda alguna mi estancia en la comunidad de El Coecillo. Por aquel entonces, entre los años de 1951-1954 mi madre, la Maestra Esperanza Escobedo prestaba sus servicios en la escuela primaria de ese lugar, ubicada en la casa grande de la ex-hacienda de Don Amador, de quien “se me escapa” el apellido.

Aquella casona parcialmente destruida por el paso de los años, conservaba aún muestras de la grandeza de otros tiempos.  Su fachada -según yo- consistía en una puerta central que a mí me parecía monumental -y que así debió serlo-, si consideramos que por esas puertas los hacendados entraban y salían montando a caballo, o bien los trabajadores o peones lo hacían halando carros de mulas para meter la cosecha hasta las trojes que por lo regular se localizaban en los grandes patios interiores y que probablemente por ahí mismo entraba y salía el ganado mayor.

Al interior tenía un enorme zaguán y hasta el fondo, donde empezaban los corrales, se conservaban aún las habitaciones de los encargados del lugar. Personas sencillas y de gran corazón como lo son en su gran mayoría la “gente de campo”.  Ellos eran Don Juan Rodríguez, Doña Mariquita su esposa y un viejecito que era el padre de don Juan y con quienes teníamos una bonita relación de amistad, producto de la convivencia cotidiana.

Ellos, -nuestros vecinos-   alimentaban mi imaginación cuando platicaban por las noches, después de la cena y al calor de la chimenea sobre el tesoro del Cerro del Padre, que se abría en semana santa, las bolas de lumbre que a veces volaban por el lado del rio San Pedro y que no eran otra cosa que parvadas de brujas que de vez en cuando salían a buscar niños para chuparles la sangre o de los aparecidos que se veían flotar sobre los caminos en las noches de luna con rumbo desconocido.

A la derecha, había un amplio salón que constituía la totalidad de la escuela y ahí mi mamá impartía clases a los niños de la comunidad en los grados de primero, segundo y tercero del nivel de primaria. Ahí también se reunían los habitantes de El Coecillo a tomar acuerdos sobre diversos asuntos de importancia para todos; como aquel de poner una cerca de alambre para proteger sus tierras …y que nunca se puso. Al fondo de aquel salón una puerta daba paso a otros dos cuartos que hacían la función de casa del maestro y estos a su vez se comunicaban por atrás con un pequeño patio interior que daba a la casa grande.  La construcción en general estaba orientada de Poniente a Oriente, de frente al caserío que daba forma al poblado de El Coecillo y entre el casco de la hacienda y el caserío se apreciaba claramente un camino.

Cabe mencionar que la casona remataba por el sur con una parte elevada que existe aún, -antes de una pequeña curva de bajada al salir de la comunidad con rumbo a San Jacinto. Tenía (la casa) enfrente, tres bancas de cemento; dos de ellas viendo al oriente –hacia el camino- y una más recargada en el muro sur con una especie de ventana abierta que permitía mirar hacia afuera con rumbo desconocido para mí en ese entonces, y que por lo mismo llamaba poderosamente mi atención y obligaba a mi mente infantil a hacerme dos preguntas. La primera: ¿Qué habrá más allá de esa lomita? y la otra: ¿A dónde irá ese camino?

El camino

Camino Real de Tierra Adentro o Camino de la Plata. Recuperado de internet, créditos a quien corresponda

No sabía yo que esa ruta que transitábamos dos o más veces por semana, -el lunes tempranito de Luis Moya hacia El Coecillo y el viernes por la tarde de regreso,- era parte del “Camino de La Plata”  o “Camino Real de Tierra Adentro”; tampoco sabía que más allá de El Coecillo con rumbo Sur me llevaría hasta la Ciudad de México y si caminara por él hacia el Norte llegaría  hasta Santa Fe, Nuevo México en el sur los  Estados Unidos de América y que de México a Santa Fe, tendría que recorrer  la enorme distancia de dos mil seiscientos kilómetros más o menos.

Pero hablar de este camino, no es solamente hablar de Kilómetros o metros, es ir mucho más allá de la distancia en el espacio y adentrarse en el tiempo, para llegar al origen mismo de nuestro México actual. Es hacer un viaje por nuestra historia y más aún; – me atrevo a asegurarlo-, es transitar también  por la historia de Europa y del mundo, ya que fue este camino el que forjó nuestra nación y unió a nuestros pueblos, dando origen – en mi opinión – a lo que ahora conocemos por “globalización” tomando en cuenta que fué el Camino de la Plata  un detonante para el desarrollo de la economía de la Nueva España, lo que se reflejó en otras naciones europeas puesto que en la época colonial, y aún después; no sólo transitaron por éste  los carros repletos de metales preciosos desde Zacatecas hasta la ciudad de México y de ahí al puerto de Veracruz para ser embarcados a España; sino que también por esta misma vía se  trajo desde el Viejo Mundo, el ganado mayor:  vacas, ovejas, caballos, burros y particularmente las mulas que cargaban tanto el oro y la plata extraídas de las minas  como algunos  productos que disfrutaban los colonizadores españoles, entre otros los buenos vinos de Jerez, los encajes de Flandes  o la fina seda que llegaba en la Nao China desde Asia y que “entraba” por el Puerto de Acapulco. 

Por este mismo camino se distribuyeron productos como alimentos, textiles e insumos para abastecer a los habitantes de los fundos mineros, presidios, villas, pueblos o ciudades que se fueron fundando con el paso de los años y los siglos estableciéndose una importantísima red comercial

 Por él transitaron soldados, arrieros y misioneros; así como gobernantes, esclavos, comerciantes, agricultores, ganaderos, artesanos, carpinteros cantereros, poetas y todos ellos jugaron un papel muy importante durante la época colonial. 

Los militares contribuyeron construyendo fuertes y presidios para proteger a la población y para dar seguridad a los caminantes y alcanzar posteriormente la pacificación de la Nueva España de Nueva Galicia y de Nueva Vizcaya.

Los misioneros construyeron parroquias y conventos para llevar a los indígenas el Cristianismo por medio de la evangelización, establecieron escuelas donde se enseñaban nuevos oficios y se convirtieron en protectores de los indios. Sólo entre los años de 1521 y 1580 se construyeron 250 conventos en la Nueva España y 127 años después es fundado el Colegio Apostólico de Propaganda Fide de Nuestra Señora de Guadalupe, precisamente en Guadalupe, Zac. Por Fray Antonio Margil de Jesús, de la Orden de Los Franciscanos. 

Los arrieros por su parte; además de llevar y traer los cargamentos de minerales y mercancías o de arriar el ganado, llevaban y traían las noticias sobre acontecimientos que ocurrían durante sus viajes, en las ciudades y los pueblos por los que pasaban,  difundiendo  por donde iban, las costumbres, tradiciones, y leyendas de los pueblos visitados; lo que trae como consecuencia un intercambio de conocimientos y formas de vida entre las diversas regiones de México; dando lugar al nacimiento o integración de una gran red cultural que fue creciendo en importancia gracias a las ferias religiosas en honor a los santos patronos, como por ejemplo las de San Juan de los Lagos, Aguascalientes, Zacatecas y Plateros a las que asistían y asisten todavía gente de todas partes y donde por medio de los trueques o compraventas intercambiaban sus productos artesanales, arreos para los animales, textiles, prendas de vestir, calzado, bebidas como vinos y licores y otras “chácharas”  y en donde compartían también su música, sus bailes, sus comidas, sus gustos, sus ideas y hasta sus muchachas y muchachos cuando algunas parejas decidían formar nuevas familias. Hasta este punto, podemos llegar a la conclusión de que los fundadores del Camino Real De Tierra Adentro durante la época Colonial fueron los militares, los misioneros y los arrieros.

Tierra Afuera-Tierra Adentro

Por todo lo anterior, insisto en que hablar del Camino Real de Tierra Adentro, no solamente es caminar miles de kilómetros, es recorrer también siglos de historia. En este aspecto, los zacatecanos debemos sentirnos orgullosos de saber que el primer tramo del Camino Real de Tierra Adentro, conocido también como Camino de la Plata fué trazado, planeado y construido para llegar de la capital de la Nueva España (hoy Ciudad de México) a Zacatecas para trasportar por él los metales preciosos –oro y plata- de regreso hacia la ciudad de México; para luego enviarlos a Veracruz y de ahí a España. Las minas de Zacatecas fueron las que más plata mandaron al reino español. 

En el año de 1595, un zacatecano llamado Juan de Oñate es comisionado para extender la colonización hacia el norte, funda Durango y abre el segundo tramo –de Zacatecas hasta Santa Fe- y a finales del Siglo XVI es ya el Camino Real de Tierra Adentro una ruta reconocida por la que se transita hasta la década de 1880 con la llegada del ferrocarril.

En el año de 1521, Hernán Cortés conquista la Gran Tenochtitlan, capital del Imperio Azteca y sobre sus calles y templos es fundada la ciudad de México. Rápidamente los españoles ponen sus ojos en los territorios del norte, iniciando las primeras exploraciones de expansión. Para 1529-, ya conocían la ciudad de México y sus alrededores, el altiplano central y habían surgido pueblos, villas y estancias. En 1531 es fundada la ciudad de Querétaro y San Juan del Río y desde años antes conocían también las rutas prehispánicas desde la ciudad de México por el Océano Pacífico hasta el Golfo de California y además las costas del Golfo de México.  A estas tierras ya conocidas los españoles las llamaban Tierra Afuera y a las tierras desconocidas, en este caso hacia el Norte las denominaban Tierra Adentro y hacia allá los españoles dirigieron sus pasos buscando dos cosas: la plata y la gloria.

Paso a pasito se fue avanzando. Se fundaron pequeñas villas, estancias y poblados y otras expediciones se fueron internando cada vez más, hasta que un grupo de aventureros dirigidos por Juan de Tolosa descubrieron en 1546 una veta rica en plata en el Cerro de la Bufa. El 20 de enero de 1548 se funda la ciudad de Zacatecas y se le da por nombre “Real de Minas de Nuestra Señora de los Zacatecas” 

El descubrimiento de las minas de Zacatecas y la fundación de la ciudad dieron pié a la fundación de nuevos pueblos. Se funda la ciudad de Guanajuato, San Luis Potosí, Durango y se aceleró la traza del camino, pero esta tarea no fué nada fácil. Aunque Hernán Cortés había conquistado la Gran Tenochtitlan en 1521 con la ayuda de indígenas como los tlaxcaltecas y los otomíes; al norte en un área conocida como la Gran Chichimeca “habitaban” otros pueblos originarios del norte y bajío occidente de México y a los que los conquistadores no habían podido someter. Ellos eran los chichimecas y se dividían en: caxcanes, tecuexes, guamares, zacatecos, pames, jonaces y guachichiles y que atacaban a los extranjeros para quitarles los caballos y los víveres. En 1542, los zacatecos declararon una guerra a los españoles conocida como la Guerra del Mixtón y que duró casi 50 años, hasta que Miguel Caldera y Fray Diego de la Magdalena lograron la pacificación trayendo para ello 400 familias tlaxcaltecas a convivir con los huachichiles  

Otra vez en el Cuicillo.

Acercamiento del Camino Real en el centro de país, se observa el Presidio del Cuicillo. Recuperado de internet, créditos a quien corresponda

Los ataques de los chichimecas obligaron al gobierno español a diseñar estrategias para el poblamiento de las nuevas tierras descubiertas y para la defensa de los colonos que se asentaron a lo largo del camino real; por lo que se establecieron fuertes, presidios y misiones. Los dos primeros (presidios y misiones) eran fortalezas con destacamentos de soldados que patrullaban los caminos para proteger a quienes transitaban por esta ruta y a la vez cuidaban a los habitantes de las villas y ciudades. Dos de estas fortalezas son importantísimas en la historia de Luis Moya, el Presidio de El Cuicillo y el Presidio del Refugio, cerca de lo que ahora es Ojocaliente porque entre uno y otro y al amparo de los mismos surgen a partir del siglo XVI encomiendas que se convierten en estancias, y haciendas ganaderas y agrícolas donde se producían los satisfactores que los pueblos en constante crecimiento necesitaban para su sustento y que iniciaron como pequeños caseríos para convertirse luego en villas o pequeños poblados. Tal es el caso de las haciendas de San Diego, Los Griegos, El Coecillo o “Cuisillo”, que muy probablemente dieron origen a la fundación de la Villa de San Francisco de los Adames precisamente sobre la ruta del Camino Real de Tierra Adentro. Ese mismo camino que tantas veces recorrí en mi infancia, los lunes tempranito, de Luis Moya hacia el Coecillo y los viernes por la tarde de regreso. 

La Villa de San Francisco fué fundada por cédula real de Felipe II en el año de 1692, época en la que muy posiblemente la región pertenecía al reino de Nueva Galicia. En 1786 se promulga la ordenanza de intendencias que pone fin a los reinos españoles y la Villa de Sacramento, así como la Villa de San Francisco, el Real de Minas de Ojocaliente de Bastilla y Pinos, fueron parte de la intendencia de San Luis Potosí. Posteriormente en 1857 por mandato constitucional entró a figurar en el partido de Ojocaliente como municipalidad de San Francisco de los Adame y con ese nombre transita a través de los tres grandes movimientos de la historia de México: La Guerra de Independencia, La Guerra de Reforma y la Revolución de 1910.

Para terminar este pequeño gran paseo, podemos decir en sentido figurado que para llegar a la Villa de San Francisco de los Adame tuvimos que transitar por la historia de México desde la época Novohispana por el Camino Real de Tierra Adentro y llegamos a Luis Moya Zacatecas transitando por la Carretera Panamericana, ya que “curiosamente” esta moderna ruta fué inaugurada el día 1° de julio de 1935 cancelando para siempre el poco uso que para entonces se le daba al camino real y que en este mismo año el Congreso del Estado de Zacatecas cancelaba también para siempre el nombre de San Francisco de los Adame para darle a nuestro pueblo el nombre oficial de Luis Moya, Zacatecas.